Vainilla
N/a: Quería escribir mucho mucho para el dia Soulfighter, pero he
estado en exámenes porque bueno cada año las evaluaciones son más seguidas y
los cursos más pesados y bueno X, esto es para agradecerle a Evy por el ff que escribió porque estaba muriendo por leer un Jaemin todo
romanticón aquí, mientras muero de gripe y fui la shipper más feliz en el mundo
mundial cuando revisé twitter y…y va para ella por ser genial ♥
La primera vez que lo ves, él entra en la cafetería en
la que trabajas y pide un mocha. Tú le das su orden en medio de una reverencia
y cuando sus dedos se tocan…algo sucede, no podrías explicar el que, el
contacto es mínimo y él tiene que continuar su vida, y tú atender al resto de
la fila se clientes.
La segunda vez que lo ves, entra por la misma puerta.
Se dirige a la fila y cuando llega frente a ti vuelve a pedirte un mocha. Tú le
cobras el monto y esta vez, cuando sus dedos se tocan al darle su orden hay a
parte de ese no sequé en tu estómago, una sonrisa hermosa sobre sus labios. Tu
rostro se enrojece, pero el de nuevo debe abandonar la fila y continuar su vida,
y tú atender a la otra tanda de clientes que acaba de llegar.
La tercera vez que lo ves, él vuelve a entrar por la
misma puerta, a la misma hora. Y cuando vuelve a estar frente a ti no puedes
reprimir tus impulsos y terminas preguntándole, “¿un mocha?” Él te sonríe. Y
tus tripas parecen querer sonreírle también cuando se arregla el flequillo con
una mano y asiente algo cohibidamente. Le entregas su moca entonces y no
alcanzas a preguntarle su nombre, porque él se retira pronto y tú, bueno tú
sigues teniendo otras personas a las que atender.
La cuarta vez que lo ves, entra por la misma puerta…otra
vez. Llega hasta a ti, otra vez. Te pide su moca…otra vez. Y mientras tu sencillas
su billete.
–
Kim Jaejoong –
te dice
Tú regresas la mirada hacia él y sus ojos negros son tan
perfectos que hacen que te piquen los dedos.
–
Shim Changmin,
como bien puedes aquí leer – respondes, señalando el fotocheck que cuelga de tu
cuello – si bueno, no mi mejor ángulo – expresas medio bromeando medio enserio
porque en aquella pequeña fotografía tuya del año pasado sales con el corte
honguito que intenta decir “soy una persona responsable, contrátame por favor” y
él suelta una pequeña sonrisa.
Y si creíste que sus sonrisas
eran lo más hermoso jamás, vale, te equivocaste. Él abandona la cafetería una
vez le entregas su moca pero esta vez el roce entre sus dedos dura un par de
segundos más. Y eso…no te pasa desapercibido.
La quinta vez que lo ves, Junsu es quién toma su orden
porque tu haz sido ordenado limpiar los baños y no puedes decirle a Junsu que
le cambias hoy y si quiere haces dos turnos la próxima semana porque el potón
no sabe cuándo dejar un tema irse en paz, y lo último que quieres es que el
muchacho de los ojos negros y la piel tan blanca, deje de concurrir la
cafetería porque Kim Junsu intenta lanzarte indirectas no tan indirectas desde
la registradora.
Pero lo curioso es que, cuando el entra tú ya sales
por el pasillo, y ves su reacción al ver a Junsu tras el repostero, su pequeño
ceño fruncido y la forma en la que su cuello moviliza su cabeza a un lado como
buscándote, porque ese rubio no eres tú y saber que te quiere a ti hace algo
gracioso con la comisura de tus labios.
Piensas en acercarte, pero está con el mandil de
higiene y hueles a lejía, y solo no. Pero tus propias ganas te traicionan así
que lo espías desde la esquina del pasillo, lo espías llegar a la registradora
para hacer su pedido y de paso consultarle algo a Junsu.
Cuando él al final abandona la cafetería es cuando
vuelves al lado de Junsu. Y antes de que puedas preguntarle algo, te dice.
–
Bonito nombre,
bonito cabello, no mucho trasero.
Tu cara es un poema. Tu rostro un tomate. Y Junsu el
ser más feliz sobre el universo.
La sexta vez que lo ves estás decidido a extender
cuanto puedas la pequeña entrevista, Junsu no planea dejar el repostero porque
tú estando interesado en alguien es “breaking news” para él y porque al parecer
todos tus compañeros creían muy fervientemente que eras asexual y él es el enviado
para corroborar las buenas nuevas dado que es el único al que le hablas.
Jaejoong aparece a las 8 como siempre. Tiene un esmoquin
encima y solo quizás parece regodearse un poco de como tu mandíbula cae algunos
centímetros sus ojos se encuentran.
–
¿Mañana importante
al parecer? – preguntas cuando llega hacia ti en la fila.
–
Hola, sí algo así
– él te sonríe.
Y ambos parecen ser transportados a una dimensión
paralela en la que han desarrollado la comunicación telepática y no hay
necesidad de que muevan sus labios o usen sus cuerdas vocales, en general.
Hasta que Junsu empieza a toser compulsivamente desde el mostrador donde finge
arreglar las tartaletas para poder escuchar su conversación.
–
Bueno, dado que
es una mañana diferente quizás deberías probar un café diferente – él te mira
un par de segundos, inseguro, luego encoje los hombros, bate sus pestañas
mientras observa el enorme pizarrón de opciones por encima de sus cabezas.
–
Vale, recomiéndame
algo.
Junsu vuelve a toser compulsivamente, pero esta vez no
puedes hacerle caso. Hay algo en los ojos de Jaejoong que te dice que esto es
importante.
–
¿Y si hacemos de
esto algo más interesante? – le preguntas, el miedo de que te rechace pincha
tus paredes estomacales, pero no puedes dejarlo amilanarte.
–
¿Qué propones?
–
Pues depende de cuánto
tiempo tengas a disposición una vez que te entregue el café dado que pareces
tener un horario matutino bastante rígido – sus ojos negros brillan ante tus
palabras, y es gracioso porque el muchacho en general parece algo tímido pero
dentro de ti hay algo que te dice que no lo es…y eso es unas veinte veces más…alentador,
también el hecho de que gracias a Dios no hay clientes en la fila.
–
Puede que tenga
unos 15 minutos extras.
–
Genial – le dedicas
otra sonrisa coqueta y él te responde con una igual – entonces Jaejoong-shii –
el suelta una risita – esto será tan solo porque eres un cliente regular y
nuestra cafetería aprecia a los clientes regulares.
–
Por supuesto –
responde él.
–
Entonces –
continúas – te recomendaré uno de los tantos pequeños que aquí servimos y si
acierto tus gustos, me gano tu número.
Sus ojos te observan fijamente
durante unos segundos. Tu corazón late rápido en tu pecho y solo esperas no
estar sonriendo como goofy en esos momentos. Él se inclina un poco hacia ti
entonces.
–
¿Y sino? – te pregunta,
con la voz baja, pausada y hermosa como él.
–
¿Puedes siempre
volver a pedirme un moca y dejarme intentarlo de nuevo? – imploras y él ahora
suelta una carcajada.
–
Si no me gusta
tendrás que darme un croissant de regalo de aquí en adelante.
–
¿Planeas
llevarnos a la quiebra?
–
¡Hey! Soy un
cliente regular ¿recuerdas?
–
Vale.
–
Ok ¿entonces, te
parece si tomo el asiento de allá y espero el café súper especial que hará de
este día uno diferente / el café que me dará croissants gratis de aquí a lo que
me queda de vida?
–
Me parece
perfecto.
–
Bien, pero he de
advertirte que soy quisquilloso con las bebidas
–
No lo dudo – le respondes
cuando el camina fuera de la fila para tomar asiento en uno de los muebles de
la izquierda.
La muchacha que espera detrás
de él no parece ni remotamente afectada del par de minutos extras que te has
tomado con Jaejoong, es más tiene las mejillas algo rojas y suelta algunos
ruiditos cuando te da su orden.
–
Él es guapo – te dice
cuando le entregas su galleta de triple chocolate y su mocha latte
Y tus mejillas se tornan rojas
porque Dios sabe que lo sabes. Junsu emerge del repostero entonces y se te
lanza encima golpeándote la espalda en lo que debe suponer un ¡OH POR DIOS! Y tú
solo le arrugas la nariz mientras caminas hacia la cafetera y comienzas a
mezclar los ingredientes.
–
¿Qué vas a
prepararle? – Junsu te pregunta, intentando espiarte por encima del hombro.
–
Cubres la
registradora por 15 minutos hoy y hago tu turno de limpieza de mañana ¿vale? –
negocias, él camina hacia la registradora sin pensárselo dos veces y tu suspiras
con el café en tus manos – vale – te dices.
Acomodas tu mandil y te
aplastas un poco el cabello antes de coger una bandeja y colocar la bebida
encima. Caminas a paso lento hacia él entonces, y tratas de ignorar los
pulgares en alto que tiene Junsu desde la registradora.
–
Huele bien – te dice
él cuando posicionas la bebida frente a él.
–
Es en general
algo así como un hibrido entre un caramel macchiato y un poco de toppings de
mocha.
–
Vale – te dice
mientras coge la taza entre sus manos y le da el primer sorbo y tu sin querer
queriendo te inclinas un poco hacia él con expectativa.
Sus ojos negros se abren de par en par y deja la taza
sobre la mesa de nuevo.
–
Dulce pero agrio –
te dice.
–
Básicamente –
respondes, tu estómago ruge con ansiedad cuando vuelve a tomar la pequeña taza
en sus manos y bebe otro gran sorbo.
–
Tiene vainilla –
esta vez te dice y luce algo sorprendido incluso, el ceño plenamente fruncido y
mirándote con la interrogante muy clara sobre su frente.
–
Supuse que el
sabor te gustaría – respondes quedo, cohibido hasta la médula porque ¿vainilla?
¿en serio? ¿en que estabas pensando?
–
¿Changmin? – te llama
entonces y si pudieras cavar un hoyo en el cual meterte ahora mismo lo harías –
me encanta la vainilla – te dice.
Y tú no sabes que has posiblemente hecho de bueno últimamente
para no haber echado a perder esto descomunalmente…como casi siempre. Porque
tienes frente a ti a una persona que hace dos semanas no conocías. Y esa
persona acaba de decirte que le encanta la vainilla y tú de pronto no cabes en
ti mismo.
Tu corazón late con tanta fuerza contra tus costillas
cuando te pide un lapicero. El lapicero que tienes sujeto tras tu enorme oreja,
ese que él te recibe para escribir su número sobre una de las servilletas, y
esto es solo tan cliché. Del tipo de historias que tu hermana ve en esas
novelas de las que sueles burlarte porque ¡venga! las cosas no son como ahí te
las pintan.
Pero sin embargo tú estás ahí. Pintado a base de
acuarelas frente a una persona que despierta una curiosidad inmensa en ti. Una
persona que te hace respirar un poquito más rápido por razones que quizás son
más grandes que ustedes en sí.
–
Entonces – te dice
devolviéndote a la realidad, con la servilleta en la que ha escrito en alto, ofreciéndotela.
Tú la tomas en silencio y las yemas de sus dedos
entran en contacto de nuevo. Y las chispas recorren tu cuerpo entero.
–
Entonces –
repites bobamente tú.
–
Entonces parece
que no tendré croissants gratis de aquí en adelante – se lamenta él fingiendo
pena, frunciendo los labios prominentes de manera en que solo alguien tan
hermoso como él lograría sin lucir tonto.
–
Pues me parece
que tendrás que seducir a uno de los empleados de caja me han dicho por ahí que
suele regalarle croissants a la gente huapa.
–
¿No me digas? ¿y es
castaño? Me gustan los castaños.
–
Como una nuez –
respondes y él se cubre su sonrisa también boba con sus manos.
–
Entonces, dile
que estaré texteándole concurridamente.
–
Le diré –
resuelves doblando la servilleta con cuidado para después guardarla en el
bolsillo de tu camisa.
–
Bien, entonces,
te veo mañana supongo – te dice Jaejoong, porque claramente han ocupado un
poquito más de esos 15 minutos que te ha dicho tenía libre y porque debes
volver a tu puesto antes de que el supervisor te vea compartiendo un café con
un cliente de lo más tú.
–
Como siempre,
nosotros estamos aquí a su disposición – dramatizas.
Él vuelve a sonreírte y solo quisiera poder ser capaz
de tomar fotografías con tus ojos de manera que pudieras inmortalizar las
comisuras de sus labios al estirarse, la forma en que sus dientes blancos
brillan y como su rostro en general solo da paz.
Jaejoong aprieta tu hombro cuando se pone de pie y
camina hacia la salida. Y no puedes evitar echarle un vistazo algo más abajo.
Porque después de todo eres un hombre y Junsu un miope.