La verdad os hará libres
Si le preguntaran que
esperaba de todo esto, honestamente Changmin no sabría que responderles. Probablemente
rehuiría la mirada y pegaría los ojos al piso. Ahí donde se encontraban todas y
cada una de sus palabras ahora mismo.
“Calla niño, no arruines el momento,” le desordenó los cabellos, Jaejoong soltó una carcajada sintiendo sus mejillas calentarse un poquito.
Porque acababa de besar
a Jaejoong. Sin razón aparente. Acababa de besarlo porque su cuerpo se lo había
pedido, porque de pronto se había sentido como lo correcto ¿cómo lo que debía
hacer? Y bueno… ahora, ahora que ya no se encontraba invadiendo su espacio
personal, ahora que lo veía desde un paso de distancia y se podía permitir
razonar propiamente…ahora que todo empezaba a golpearlo salvajemente con un
garrote en la nuca. Ahora tenía miedo.
Y no sabía si porque
Jaejoong podría tener un brote psicótico de esos tan suyos, o porque… porque
quizás…Jaejoong podría decirle algo que no querría escuchar.
Pero Changmin estaba
demasiado confundido consigo mismo como para ahondar en la última premisa.
Después de todo…de lo que en realidad debería preocuparlo más era del hecho de
que acababa de besar a un hombre y no por el tipo de reacción que Jaejoong
fuera a tener.
Aunque fuera también
parte de la ecuación. La adrenalina lo recorría de pies a cabeza. Changmin se
sentía como en una de esas clases para la cual no has estudiado como debes y
piensas que si te mueves aunque sea un poco, el profe va fijar sus ojos en ti y
pedirte un resumen de todo aquello que no has leído, y de lo cual a las justas
te sabes el título.
Demonios. Changmin
sentía que en el momento en el que volviera a pestañear siquiera, Jaejoong
volvería a la realidad y sus ojos negros volverían a recordarle lo que había
hecho segundos atrás.
Y siendo sinceros, si
Jaejoong buscaba porqués Changmin sería la peor persona a la cuál pedírselas.
El muchacho solo callaría.
Callaría, porque la verdad
era que sus acciones no habían tenido en realidad un trasfondo justificable,
porque él, él simplemente, él... Bueno, aquello había sido solo ¿Un impulso? Vale,
un mal impulso.
Un - un... ¡dios! Jaejoong
aún sabía en sus labios. Aún. Aún sabía a putos duraznos. A los más dulces que
jamás había probado. A unos que le gustaría saborear después de cada almuerzo,
en una noche cualquiera tirado en su cama dejando pasar el tiempo o simplemente
sentado en alguna de las bancas de su facultad esperando al inicio de alguna
clase.
Unos que jamás le
empalagarían.
Claro que el problema radicaba
en que esos, no eran duraznos que Changmin podría comprar en cualquier tienda
cuando se le antojara, esos duraznos eran los labios de Kim Jaejoong, la
persona a la que chantajeaba para poder conocer a su futura esposa...a...a...la
persona con la cual pasaría el resto de su vida, la persona capaz de hacerle
sonreír sin realmente intentarlo, la persona que le haría ver fuegos
artificiales a cada que se besaran.
Y mierda, estaba algo
seguro de haber visto un par de bengalas cuando las manos de su falso novio se
habían apoyado sobre su espalda y sus labios, cerrado con un poco más de fuerza
contra los suyos.
Así que pues aquello
debía significar dos de una:
1. Era bi.
2. Jaejoong tenía algún
tipo de alucinógeno sabor durazno sobre sus malditos labios.
Y dado que la segunda
opción era algo descabellada (¿o quizás no...?) aquello solo podría significar
que... No. No podía ser. Él era Jaejoong. Quizás y todo aquello, había sido tan
solo uno de sus sueños raros, y despertaría en cualquier momento, en su
habitación, rodeado de sus cuatro confortables paredes sin un Jaejoong hacerse
cuestionar hasta su nombre.
Pero sabía que no era
un sueño. Su corazón seguía galopando dentro su pecho. De la adrenalina que
empezaba a escurrírsele a cada jadeo dejando miedo puro comprimiendo sus
pulmones. Porque el pelirrojo no hacía nada, no se movía, no hablaba y Changmin
ni siquiera sabía que esperaba escuchar.
Por primera vez la
única cosa que deseaba hacer era correr, lejos, muy lejos a algún lugar en el
que se le permitiera volver atrás el tiempo e impedirse a sí mismo cometer esa
estupidez.
Porque eso era lo que
había sido una estupidez, un impulso...un beso. Un simple beso. Solo un beso.
Algo nimio que ni siquiera tendría que explicar. Jaejoong entendería. Podría
soportar otra patada en los huevos por la invasión del espacio personal si eso
hacía que Jaejoong caminara hacia el otro lado, porque el castaño no podía. Sus
pies estaban pegados al piso.
Pero los segundos
pasaban. Y algo extraño se retorcía en su estómago. Las manos le sudaban de
pronto y el lío que era por dentro empezaba a evidenciarse en su rostro, y
aquello era algo que no se podía permitir. Así que tragó su saliva, y lo que
sea que fuera aquello dentro de su estómago. Y volvió a repetirse que solo
había sido un puto beso, para poder al final hablar.
“Jaejoong,” Changmin lo
llamó en un hilo de voz, tan solo para descartar la posibilidad de que un tumor
se hubiera formado en su cerebro de pronto y todo esto solo fuera una muy
descabellada alucinación en consecuencia.
Pero Jaejoong entonces
lo calló. Sin dignarse a dirigirle la mirada, “calla,” le ordenó.
Y él obedeció. Se quedó
hecho una tumba hasta que en el algún momento Jaejoong dobló sobre sus talones
y antes de desaparecer por las escaleras le dirigiera un “te veo mañana.”
Y Changmin no supo
decir si aquello significaba un hablaremos de esto mañana, o te veré mañana
como siempre porque esto nunca pasó. O un “ya te reventaré los huevos mañana maricón, justo ahora no puedo ni
verte.”
Changmin no lo sabía,
no lo supo tampoco cuando el conserje vino apagando las luces de todo el
edificio y se topó con él a mitad de pasillo, aún petrificado, y al mejor
estilo, actividad paranormal 4, solo supo que tenía un departamento al que
volver, y a un techo al cual darle un par de explicaciones.
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“Haz estado muy
callado,” Yoochun le dijo, Jaejoong no le respondió, estaban a apenas una
cuadra de su casa, y le jodía de sobremanera que de pronto Jaejoong se
comportara así, “¡Por un demonio, Kim Jaejoong! ¡Te estoy hablando!”
Jaejoong volteó a verle
entonces. Con una mano sobre sus cabellos, tirando con fuerza para retener un
puñado de palabras que sus ojos negros gritaban, “no ahora Yoochun, por favor.”
“¿No ahora, qué? Desde
que has empezado a salir con Changmin, me tratas como una puta mierda ¿es que
te está metiendo ideas a la cabeza o qué?”
“No, Yoochun, está más
bien ayudándome a verlas.”
“¿Qué se supone que
significa eso?”
Y la mirada estaba
sobre sus ojos de nuevo, y Yoochun no podía soportarla, su corazón empezaba a
latir con fuerza, si empujaba tan solo un poco…un poquito tendría la verdad,
pero ¿estaba preparado para ella? ¿Fuera lo que fuera? Jaejoong desvió la
mirada, se abrazó así mismo y se dio media vuelta mientras susurraba un hasta
mañana.
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Una gallina, era lo que
Changmin era. Eso, o de pronto subir ocho pisos por las escaleras por temor a
encontrarse a Jaejoong era un mero cambio saludable en su rutina. Cero que ver
con que lo haya besado en el pabellón de al lado.
Mierda. Su vida podría
estar corriendo peligro. ¿Por qué había venido de todas formas? Tenía solo
teorías, podría habérselas saltado. Podría. Pero estaba acá. Con la paranoia
latente cada vez que sentía un humano acercársele.
Por tanto cuando una
mano le tocó la espalda, por poco y se va a la mierda.
“¿Changmin?” era Sena.
“Ho-hola ¿qué tal?” la
saludó, espiando en todo su campo visual por si alguna mata de cabellos
pelirrojos aparecía de la nada y él se viera en la obligación de tirarse por el
balcón ocho putos pisos.
“Bien, justo vengo a
pedirte un favor,” habló ella, batiendo sus largas pestañas y usando sus ojos
de chica.
Si su cerebro no
estuviera tan al pendiente de su entorno, y no tanto en ella, quizás le habría
funcionado.
“¿A sí?” se hizo el
tonto.
“Sí, bueno, decidí
audicionar para el conservatorio de Choi Seung, y necesito de una segunda
opinión para monitorear mis avances.”
“Vaya ¿tú también?” su
tono de sorpresa era evidente.
Sena frunció el ceño, “¿disculpa?”
“Jaejoong está
audicionando también, vas a tenerla algo difícil, le he escuchado cantar, wow.”
La muchacha se quedó
muy quieta, tratando que la sonrisa falsa sobre su cara no se desvaneciera,
creía haberlo amilanado lo suficiente la noche pasada, “¿así?”
“Sí, pero hay dos
plazas ¿no? Estoy seguro que lo conseguirán.”
Su cerebro voló rápido,
no podía permitir que Jaejoong audicionara.
“Sí, ojalá, pero ¿Qué dices?
¿Vas ayudarme?”
“No lo sé, tengo que
ayudar también a Jaejoong y dado que ambos serán competencia no creo que
debería estar al medio.”
“Supongo que no,”
“Ajá, bueno tengo clase
justo ahora, así que…”
“Nos vemos entonces,”
Sena se despidió de él ya sin molestarse en fingir otra sonrisa más, su mente
seguía trabajando.
“Vale,” Changmin se dio
media vuelta y emprendió la marcha a otro lugar estratégico al cual ir a
esconderse.
Sena volvió la vista
hacia uno de los murales en que colgaba enormemente la propaganda de las
audiciones, ya era tiempo de hacerle una visita a Yoochun.
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“Chun.”
Yoochun volteó ante la
mención de su nombre. Jaejoong estaba parado ahí esperándolo en su locker. El
pelinegro suavizó la mirada. No había dormido nada. Pensando y pensando en él.
En ese muy estúpido pelirrojo que lo sacaba de sus casillas cada dos por tres.
“Lo siento por lo de
ayer, estaba algo frustrado conmigo mismo y…”
Yoochun lo abrazó, “siento
haberme puesto tan cabrón también.”
“¿Estamos bien,
entonces?”
“¿Cuándo me he puesto
mal yo contigo?”
“Uff,” el pelirrojo
rodó los ojos.
“Calla niño, no arruines el momento,” le desordenó los cabellos, Jaejoong soltó una carcajada sintiendo sus mejillas calentarse un poquito.
“Siento arruinarlo,
pero tengo algo que pedirte hagas por mí.”
“¿Así? ¿Y qué es eso?”
Jaejoong se sonrojó
evidentemente mientras sacaba un folleto bastante arrugado del bolsillo
posterior de sus jeans, “soy demasiado gallina para inscribirme yo, y tú tienes
más bonita letra.”
Yoochun le sonrió antes
de meterle un zape en toda la cabezota y cargárselo en el hombro rumbo al
tablón de inscripciones, dios, quería a ese idiota que le pedía entre risas que
lo bajara, lo quería demasiado, a veces.
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“Así que era cierto,” Sena
observó el tablón con asco, el nombre Kim Jaejoong se divisaba pulcro en la
tercera página.
“Es muy muy cierto,”
una voz tras de ella habló. Era Yoochun. La muchacha sonrió. Las cosas no
podían ponérsela más sencillas, “veo que también audicionarás.”
La muchacha asintió con
la cabeza.
“¿Sabes? Todo este
papel de mosquita muerta no me lo trago, conozco a las de tu tipo y lo que sea
que le hayas dicho a Jaejoong para ponerlo así ayer, no va a volver a
repetirse.”
Sena sonrió, “no sé a qué
te refieres.”
“Por supuesto que no lo
sabes, pero no importa, será mejor que empieces a esforzarte como debe hacer
porque está claro que una de esas plazas Jaejoong la tiene ganada.”
La muchacha esta vez
arrugó el ceño, “parece que Jaejoong tiene su club de fans.”
“Mira nena, no sé qué
es lo que intentas, no sé lo que te va con Changmin, pero si te metes con
Jaejoong no voy a quedarme con los brazos cruzados.”
“Ah claro, había
olvidado que eres el mejor amigo no correspondido ¿no?”
Yoochun se quedó de
piedra.
“O eso es lo que te ha
hecho creer Changmin.”
“¿Disculpa?”
“Oh venga Yoochun, tú
no eres tan tonto, ¿me vas a decir que no te ha parecido raro que de la noche a
la mañana Jaejoong tuviera un novio? ¿un muchacho con el que no comparte
ninguna clase? ¿Uno al que no habías notado hasta ahora? ¿Uno que al parecer se
saltó todo la etapa amical?”
“Pues sí algo pero…”
“¿Pero qué?”
“Jaejoong ¿por-porque
Jaejoong se prestaría para una mentira como esa?”
“No sé, porque quizás
está siendo chantajeado, porque quizás y solo quizás, he estado de su mejor
amigo desde que tiene memoria y Changmin lo sabe, y quizás tan solo quizás el
pelirrojo piense que si te enteras de la verdad…vas a rechazarlo y no volver a
verlo de la misma forma, lo cual es bastante irónico si me permites porque su
mejor amigo…últimamente siente igual.”
El pelinegro se quedó
quieto, entonces. Sena se retiró sin decir chau. Contenta por su misión
cumplida.
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Irónico era que tras
haberse pasado horas recorriendo los
pasillos cual ninja de pronto la vejiga le hubiera obligado a entrar a ese baño
al que jamás había entrado antes porque estaba alejado de todo y de todos, y al
abrir aquella se encontrara a quien menos esperaba.
Kim Jaejoong,
empapándose la cara con un poco de agua y haciéndole caritas al espejo.
Jaejoong volteó a verle
cuando oyó la puerta. Y ambos desviaron la mirada.
“Te estaba buscando,”
Jaejoong le dijo.
Changmin tragó duro, “¿así?”
“Sí, ¿adivina quién se
inscribió?”
Changmin abrió los
ojos, una sonrisa grande cruzó su rostro, y sus pómulos se resaltaron mientras
se apoyaba contra la puerta y negaba con la cabeza, “¿ves? solo necesitabas una
sacudida,” soltó y al segundo siguiente su estómago se estrujaba al ver el
notorio sonrojo de Jaejoong.
“No, no me refería a
eso,” intentó excusarse con un sonrojo fuerte sobre sus propias mejillas.
“Co-como sea, solo
pensé que querrías saberlo y…” Jaejoong se secó la cara con su remera.
El abdomen plano y
cremoso se dejó ver por apenas segundos. Changmin no pudo apartar la mirada.
“Claro,” apenas dijo sintiéndose
genuinamente estúpido.
“Sí,” Jaejoong agregó,
como si se tratara de algún concurso de monosílabos.
Se quedaron callados
por buen rato, Jaejoong lavándose compulsivamente las manos y Changmin sin
saber cómo realmente excusarse y correr de vuelta a casa ante la clara no
discusión de algo que no quería realmente discutir, y ni siquiera tenía idea de
cómo se estaba sintiendo en esos momentos, solo tenía la pequeña certeza de que
aquella delgada cintura cabría perfectamente entre sus brazos, “¿y entonces?”
cuestionó, antes de poder detenerse.
“¿Entonces qué?”
Jaejoong se colocó el morral al hombro defensivamente.
“¿Cuándo empezamos a
practicar para tu audición?”
Lo ojos negros de
Jaejoong le miraron. Y Changmin intentó no mirarlos directamente, intentó.
“¿Qué?”
Jaejoong pasó por su
lado, “nada…tengo clases ahora así que…” le dijo empujando la puerta abierta y
saliendo por ella.
La puerta se cerró tras
él. Changmin se quedó mirándola.
“Changmin,” la voz de
Jaejoong le llamó desde fuera.
“¿sí?” le contestó apenas
era mejor evitar decir alguna estupidez, y esos ojos negros como que lo
inducían a hacerlo.
“Gracias por lo de ayer.”
¿Por qué parte? Es algo
que Changmin prefirió no preguntar. Oyó a Jaejoong eventualmente alejarse e
inhaló el aire que no sabía había estado contendiendo. Eso sería todo ¿no?
Vale, estaba perfecto para él. Así que
caminó hasta el mismo lavadero y metió su cara en el chorro de agua, con una
frustración estúpida cosquilleándole las carótidas.
“¿Te esperabas un
desenlace distinto?” se burló de su propio reflejo empapado cuando alzo la
cabeza.
Había un algo que
paraba olvidando. Estaba chantajeando a ese muchacho. Y Jaejoong sino le odiaba
era porque era mucho mejor persona de lo que Changmin jamás sería.
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Desde pequeños se nos
ha enseñado que toda acción tiene su consecuencia. Unos gustan de llamarlo
karma. Y quienes empleamos el término, sabemos bien que aquella “señorita” es
bastante perrita, y cuando te visita, queda en la memoria.
Cinco meses habían sido
suficiente tiempo lejos de la justicia natural que se nos emplea a todos.
Changmin lo sabía, pero eso no hacía que estuviera preparado.
Nada era nunca tan
grave, hasta que te lo hacían ver desde un segundo punto de vista. Changmin
salía de su última clase, empezaba a oscurecer, tomó el pasillo hacia su
casillero y lo vio. Park Yoochun, todo rulos salvajes viniendo a un paso algo
apresurado hacia él. Había algo en su rostro, algo que superaba el enojo, algo
que era más que ceño fruncido y puños cerrados.
Pero Changmin aun así
tuvo la inocencia de desestimar que el chico pudiera saber la verdad. Jaejoong
jamás se la diría, claro eso fue antes de que fuera lanzado contra los lockers
por el iracundo pelinegro mientras este le gritaba, “tú grandísimo hijo de
puta, lo sabías ¡lo sabías!”
El castaño no tenía
palabras para defenderse, y el golpe que le fuera caer se lo merecía, pero, no
iba a dejar que aquel muchacho la matara tampoco, y tan empilado como iba
estaba claro que el pelinegro no tenía pensado medir su fuerza en algo.
Una rodilla chocó
contra su estómago y su morral cayó al piso junto con él, falto de aire. Las
personas a su alrededor comenzaron a gritar. Yoochun iba bastante en serio.
“Yoochun,” intentó
llamarle entre toces.
“¿Qué? ¿Qué vas a
decirme?” gritó sujetándolo de la remera y alzándolo como si no pesara nada.
“Lo siento ¿vale?” el
castaño sabía que no eran la mejor combinación de palabras para ofrecerle pero ¿es
que había una combinación correcta?
“¿Es verdad entonces?”
El puño derecho de
Yoochun le cruzó la cara de lleno, Shim pudo sentir como le abría un corte en todo
el pómulo izquierdo, y sus labios se partían, y supo la sangre dentro de su
boca. Mientras perdía el equilibrio y su espalda chocaba contra otro conjunto
de lockers.
“¡Yoochun!” la voz de Jae
sonó de entre toda la gente, “Yoochun ¡detente! ¿Qué haces?”
Y mierda. Solo entonces
Changmin deseó jamás haberse inmiscuido en esto. Cuando tuvo esos otros ojos negros
mirándolo con horror y queriendo ir a ayudarlo. Aquellos que tan pronto supieran la verdad serían
quienes se encargaran de terminar con él.
“¿Pero que ha hecho ahora?
Joder. Yoochun, suéltale ya,” gritó acercándose a él para intentar
inmovilizarlo por la espalda.
La gente murmuraba a su
alrededor, alguien había dicho algo de ir a llamar al principal. Yoochun estaba
furioso y Jaejoong no entendía. Changmin tampoco le decía nada, el hombre solo sangraba.
“Pasa…pasa que este
hijo de puta, este, vale ya Jaejoong, suéltame.”
“No hasta que te
calmes.”
“¡Me calmo una mierda!
Suéltame Jae. Lo sé, lo sé todo ¿vale?”
Jaejoong lo soltó
entonces. Con el rostro sumergido en pánico, “yo…” apenas balbuceó. Pero
Yoochun no le permitió seguir.
“Sé que no es culpa
tuya, Jaejoong, Y no es solo por eso por lo cual voy a partirle la cara.”
Jaejoong sintió las
lágrimas caer por sus mejillas, “Yoochun no.”
“Hace un tiempo, me di
cuenta que estaba enamorado de alguien más. Tardé en darme cuenta, pero lo hice
al fin y al cabo, y quise pelear por esa persona, quise intentarlo aunque el
miedo me ganara, porque mis sentimientos me superaban, quise intentar aun
cuando sabía que esa persona tenía una pareja.”
Jaejoong volteó hasta
Changmin esperando algo. Lo que sea. Pero el castaño solo agachó la mirada.
Había un silencio
grande y marcado sobre cada pequeño espectador de aquella redondela que ahora
en vez de decir “auch” por él y no hacer nada para separarlos, ahora se hallaba
boquiabierto escuchando el discurso. Incluso Sena. Que no se sabía esta parte
de la historia. Había esperado que Yoochun terminara de aceptar sus
sentimientos. No que ya los tuviera bien claros.
“Su pareja. Cuando se
dio cuenta de mis intenciones, me encaró. Me dijo lo muy felices que eran
juntos, y lo que yo le haría a nuestra amistad si es que seguía adelante. Y
pensé vaya, como puedo yo interrumpir la
felicidad de esta persona a la que amo, no, no puedo porque muy aparte de ser
mi amor es mi mejor amigo.”
Jaejoong se quedó tieso
entonces. Abrió la boca. Y las palabras no salían ¿Cuántas veces había soñado
con esto? Las palabras rebotaban torpes en su cabeza, encendían una pequeña
llama dentro de él. Un chispazo de calor que se expandía por todo su cuerpo y
le impedía reaccionar, lo dejaba tieso. Mirando a ese Yoochun con los nudillos
lastimados y el respirar ajetreado que tomaba pasos precavidos hacia él.
“Te quiero Jaejoong más
que como mi amigo, como el nene que ha estado para mí siempre, como el único
capaz de aguantarme las rabietas, como el Jaejoong, hombre que me quita la
respiración cuando me toca y…y sé que me quieres de esta forma también, lo sé.”
La reacción fue
instantánea. Un pequeño tirón de la muñeca de aquel pelinegro hacia su cuerpo,
el tirón que estaba acostumbrado a darle para callarle desde que tenía memoria,
ese que ahora no significaba tan solo un abrazo amical.
Jaejoong sintió el
latido acelerado del que fuera su amigo y cerró los ojos, porque de pronto todo
aquello que había querido por tanto tiempo estaba al fin en sus brazos. Cerró
los ojos porque la felicidad lo embargaba a tal punto que si no se sostenía del
cuerpo de esa persona a la que amaba tanto no sabría qué haría con su solo
cuerpo para disipar toda la carga emocional de la que era preso.
“El principal viene,”
alguien gritó, rompiendo la burbuja y de pronto todos empezaron a dispersarse.
Jaejoong tomó a Yoochun
del brazo asustado, Changmin no diría nada, no si tenía algo de sangre en la
cabeza, ninguno de los que había apreciado la verdad lo diría, Changmin se lo
merecía, si se quedaban ahí probablemente expulsarían a Yoochun y eso no iba a
permitirlo, “dejémoslo ya, no vale la pena,” le dijo, tirando de él hacia el
pasillo.