Brownies 2
Notas: Dedicado a la kétchup, más riiiiiica de todas, verdad, me olvidé de decri que esto es un tributo a the perks of being a wallflower, espectacular libro.
Sábado 26 de abril, 1976
Ayer. Ayer fue. Ayer consumí droga por primera
vez en mi vida. Y…ok…vamos mejor paso por paso. Jaejoong tocó el timbre de mi
casa, mi madre le abrió la puerta y lo abrazó para después avisarle que yo estaba
en la sala. Porque bajé como una bala cuando los escuché y después de
esconderte a ti dentro del cajón de mis pantalones.
Jaejoong se tomó su tiempo adulando a mi madre
sobre su cabello y ropa, claro. Y yo encendí la tele sintiendo mis mejillas
empezar a calentarse. Porque era la primera vez que saldríamos con más
personas, y porque pasaría más tiempo con él después de buen tiempo.
“Hola tú,” me dijo cuándo eventualmente se
sentó a mi lado, con su sonrisa de gato Cheshire, batiéndome sus pestañas a la
espera de que me lanzase a sus brazos y le dirigiera un hyung, con ese tonito
que siempre usaba cuando le veía aunque hubiera practicado tantas veces en el
espejo volverlo uno normal…
Pero “Jaejoong,” fue todo lo que le dije,
ayudaba que estuviera dando Dr. House.
Él me pegó en la cabeza porque odiaba cuando
intentaba ser serio o un poco más adulto. Siempre me decía que quería que me
demorara en crecer cuanto pudiera. Y yo rezaba todas las noches por hacerlo más
rápido. Yo solo fingí molestia.
Mi madre nos obligó a comer galletas y cocoa
antes de irnos, porque sigo teniendo 5 años al parecer. Y no entiende que
cuando parpadeo 8 veces es porque quiero QUE
SE VAYA. De todos modos…Jaejoong le dijo que me llevaría a cenar después
así que comeríamos un par para no tener el estómago vacío.
Mi madre quiso refutar…pero seamos sinceros
¿quién puede decir no cuando Jaejoong sonríe? Exacto, nadie.
Jaejoong me cargó en su espalda hasta su carro
porque otra de las cosas que le encanta hacer es avergonzarme. Y yo no me quejé
porque su espalda ha sido siempre tan cálida, y podía respirar desde ahí a
bocanadas su colonia. Aunque jamás se lo diría.
El viaje a nuestro colegio fue rápido, porque
el tercer pasatiempo favorito de mi hyung es creerse meteoro en las autopistas.
Y aunque es algo que no pueda admitir delante de mi madre, o mis profesores, o
cualquier persona adulta con un mínimo de criterio ¡es genial! Porque puedo
sacar mi cabeza por la ventana y oír el viento que dejamos atrás con velocidad.
O sentir el aire deshacer todo el estúpido peinado que he intentado hacerme por
horas y que me ha ganado un beso en la mejilla, y sobretodo porque puedo oír a Jaejoong
reír al ver que mis cachetes se llenan de aire o la forma en que mis cabellos
hacen ondas en el viento y también como mi voz se distorsiona hasta sonar como
un robot.
Porque en esos segundos solo somos yo y él.
Porque puedo mirarlo con todo esto que me
supera, sin ningún tipo de inhibiciones, porque él debe mantener la vista en la
pista y no en la expresión de mi rostro, esa que decía aún más de lo que quizás
he podido admitirme yo mismo.
Y bueno, es un momento que no duró por siempre,
porque él tenía que volver a la auxiliar para entrar al cole y ya no había más autopista
libre, ahora había tráfico, y yo debía volver a sentarme propiamente sino
quería que me arrancaran la cabeza, o que algún poli nos parara.
Él me sujetó la mandíbula cuando me senté
propiamente y me apretó los cachetes con sus dedos mientras me decía, “tú, niño
bonito.” Y yo le manoteé para que me dejara. Porque mi hyung no parece entender
que gestos como esos no son buenos para mi corazón. Él se largó a reír.
Encendió la radio aunque estuviéramos a apenas tres cuadras, es que había una
gran fila de carros y eso podía tardar sus minutos.
Eventualmente entramos al parking sin embargo,
y Jae me tomó de la mano al bajar del auto. Le miré avergonzado porque también
habían personas de mi curso, personas que ya de por sí no parecían muy
contentos con la cercanía que tenía con Jaejoong. Personas que no quería ataran
cabos, después de todo, se habían enterado de mis preferencias sexuales un par
de días atrás, gracias Kim Junsu. No que sus opiniones me importaran en lo más
mínimo, pero no quería que nadie fuera capaz de ver lo que intentaba esconder
de él, de ese enorme y gran idiota al que llamo hyung.
De modo que intenté no participar mucho y solo
ver el partido cuando me presentó a sus larguiruchos y extraños amigos, aunque
cada vez que pasábamos todo mundo le saludaba e ignoraba mi presencia, Jaejoong
solo se molestó en presentarme ante ocho personas, de las cuales no recuerdo
sus nombres, por lo que sucedió después.
Pero de nuevo, vayamos por partes…
El partido terminó 3-2 a favor de nuestra
escuela y todos estábamos en plena histeria, uno de sus amigos dijo algo de ir
al Big Boy, un restaurante bastante conocido y al que prácticamente toda
nuestra secundaria iba, para festejar el triunfo y yo estuve bastante motivado
por la idea. Porque significaba comida ¡oh mucha comida! Pero sus planes fueron
truncados cuando, no sé si el capitán o el defensa, a quien no le pude ver bien
la cara por el casco que llevaba encima, señaló a mi Hyung desde el campo entre
todas las porristas y el tumulto de gente, y gritó, “Kim, ¡sí tú cabrón, fiesta
en mi casa, ahora! Y toda aquella que se apunte para una orgía y sepa lo que
son pastillas anticonceptivas también está invitada.”
Jae le sacó el dedo del medio, riendo. Y una de
las chicas que me había presentado esa noche, le dijo semigritando al oído por
la bulla, “al parecer una orgía es su último recurso para meterse en tus
pantalones, ya se va a terminar el año dale una oportunidad al pobre, de paso
que confirmas las leyendas, no podemos terminar la secundaria con la duda.”
Jaejoong se carcajeó y sonriendo juguetonamente
la cogió de una mejilla para susurrarle algo al oído.
Yo por supuesto entendía poco ¿Por qué ella le
diría algo como eso? ¿Era mi hyung gay? La cabeza empezó a zumbarme. Me sentí
mareado. Hyung siguió conversando con sus amigos con un brazo sobre mi hombro y
yo no podía sacarle los ojos de encima. Quise preguntarle tantas cosas, pero a
la vez la vergüenza me corroyó desde los dedos del pie.
La multitud se había dispersado tan rápido
cuando el jugador había hecho la invitación que quedamos solo los drogadictos,
los punk, a los que todo les valía verga y nosotros.
“Bueno ya,” dijo otra de las muchachas, “¿no
estamos yendo, en serio?”
“Puedes ir si quieres nadie te detiene,” uno de
ellos la molestó.
“Yo pasaré, tengo un bebé que meter en sus
sabanitas antes de las 11,” dijo Jaejoong apretujándome contra su cuerpo.
“No soy un bebé,” me quejé, todos ellos se
rieron, “y hyung si quieres ir deberías ir.”
Jaejoong bajó la mirada hacia mí. Y yo le rehuí
porque…porque….dios…
“Pedófilo,” la chica de las leyendas le dijo.
Y mis mejillas se encendieron tanto que quise
incluso llorar con la frente semienterrada en el abdomen suave de mi hyung para
esconder mi rostro de todos.
“Solo estás celosa porque no tienes un
Changmin,” le respondió él.
Y cogiéndome del hombro me jaló para salir de
las gradas, “¿eh a dónde vas?” le preguntaron.
“A ser parte de la orgía,” respondió mi hyung,
y casi quise soltarme de él.
Llegamos al auto y me dijo, “parecías muy
interesado en el Big boy ¿no? Tienes suerte de ser mi engreído?” luego encendió
el auto.
Yo le miré sin entender, “no irás donde ese…tu
amigo.”
Jaejoong me miró como si lo que dijera fuera
absurdo, “eres mi responsabilidad, no te voy a meter a un chiquero lleno de
adolescentes hormonales, aun eres muy chiquito.”
“No soy un chiquito,” renegué.
“Claro que sí.”
“No, eres un bebe Changmin, mi bebe y punto.”
“Deja de
llamarme así,” grité.
Me miró sorprendido antes de responderme, “no
quiero.”
“¿Por qué no?” le pregunté impotente.
Él me puso el cinturón de seguridad encima y
enterró su nariz en mis cabellos para decirme, “porque hueles como uno.”
Y yo solo…solo por favor…
“Solo enciende el auto…” alcancé decirle, “y
estamos yendo donde tu amigo y a donde el resto de tus amigos va, no quiero que
me vayan tomando de aguafiestas.”
“Desde cuando te importa lo que digan los
demás.”
“Desde que tengo 13 y me interesan las chicas,”
mentí exasperado.
Él no dijo nada, solo encendió el auto y
llegamos a una casa enorme en la que obviamente había una fiesta. La cantidad
de gente entrando y saliendo era exorbitante.
“Vale,” me dijo entonces, “será un minuto
exagerando, es un muy buen amigo mío, lo felicitaré por el triunfo de hoy, ¿ha
sido impresionante a que sí?” me preguntó, yo asentí, “vale, entro, salgo y
volveremos a casa en nada, a cobijarnos en tus sabanitas ¿está bien, be…Changmin?”
No le miré solo asentí.
Se quitó el cinturón mientras parqueaba al
frente. Al parecer le habían dejado un lugar libre exclusivamente para él.
Porque así de querido era. Y se bajó del auto y me miró adentro en la oscuridad
y tamborileó sus dedos en el carro ahora ya no muy seguro, “quizás solo
deberíamos ir a casa,” me dijo con clara preocupación sobre sus ojos.
Dios. Tratándome como un pequeño mocoso de
nuevo.
“Solo será un minuto ¿no?” le dije, “no va a
pasarme nada, me quedaré dentro del auto, no voy a hacer puff de pronto.”
Jaejoong me miró más inseguro, “vale, quizás me
tome cinco.”
“Serán cinco minutos entonces,” le dije
hastiado.
“Eres mi responsabilidad,” me gruñó como si no
viera el punto.
“¡Sé cuidarme solo hyung! Tengo 13 años, no soy
un niño, ya no lo soy” grité.
Él se quedó callado, “lo sé,” me dijo, “pero yo
tengo 18, así que para mí, eres un niño,” y hubo algo en su tono, que me hizo
bajarme del auto y dirigirme a zancadas a la casa.
“¡Changmin!” me llamó corriendo hacia mí.
“Si tanto te molesta dejarme en el auto entraré
contigo, ¿serán solo cinco minutos no? Así puedes supervisarme en todo momento
y no orinarte encima,” exploté.
Me dolía el pecho. Que me recordara lo que yo
mismo me decía siempre había sido… Me miró triste, y cerró su auto antes de
caminar hacia mí de nuevo y ya no cogerme del hombro protectoramente sino solo decirme,
“no te separes de mí.”
Entramos y bueno. Nunca antes había ido a una
fiesta tan caótica. Jaejoong trató de no llamar mucho la atención y me dirigió
escaleras arriba. Visualicé entre la gente a algunos de los amigos que Jaejoong
me había presentado y me sonrieron con vasos en sus manos.
Había un tipo al final de las escaleras, que se
hizo a un lado cuando vio a Jaejoong, “Joe,” le saludó y el gigantón le dio un
palmada en la espalda que temí le fuera a romper las vértebras. Jaejoong era
tan delgado.
“Este es Changmin,” me presentó.
Yo apenas asentí. El gigante procedió a
palmearme la espalda también.
“¿Yamapi?” le preguntó, Jaejoong.
“Al fondo, te está esperando.”
“Vale.”
Jaejoong caminó por el pasillo y llegamos a una
sala, y el pasillo seguía y habían habitaciones, “espérame aquí ¿vale? Vuelvo
en nada.”
No le respondí, seguía enojado y me dejé caer
en el mueble.
Jaejoong frunció los labios, suspiró y se
adentró en el pasillo. Me odié por los primeros dos minutos hasta que unas tres
personas aparecieron por el pasillo por el que habíamos venido. Dos muchachos,
una chica. Uno de ellos cargaba una bandeja. Los otros dos pasaron como si nada
por mi costado y entraron a una habitación a la izquierda sin interesarse en
mí.
Yo me hinqué un poco más en el mueble.
"¿Se
te apetece un brownie?" me preguntó el que todavía se había quedado en la
sala.
Yo moría de hambre así que, "sí, gracias,"
fue lo que respondí de inmediato.
El muchacho me miró con una sonrisa rara
entonces, y me extendió el brownie de los pocos que traía en su bandeja. Yo le sonreí
de vuelta mientras tomaba el dulce con mi mano derecha.
El muchacho por alguna razón se quedó ahí
parando. Como esperando a que le diera el primer bocado. Miré el brownie entre
mis manos y mi estómago rugió con anticipación, dios tenía tanta hambre, me
acomodé mejor sobre el mueble ignorando su mirada, quizás no me miraba a mí, y
yo me estaba haciendo ideas, bueno no había nadie más los otros dos habían entrado
a una de las habitaciones. Encogí un poco los hombros y entonces dirigí al fin el
brownie a mis labios, cuando le di el primer mordisco, mi lengua lo supo un
poco raro, pero igual tragué y procedí a morder otra vez, y una más y de pronto
todo el brownie ya se encontraba dentro de mi organismo y mi estómago feliz de
poder distraerse con algo más que mis paredes estomacales.
Noté que el muchacho se había sentado frente a
mí, aun sonriendo.
La muchacha salió de la habitación seguida del
muchacho quien volvió a zancadas por el pasillo y supongo escaleras abajo.
“Vaya, eso fue rápido,” se carcajeó el muchacho
que me había ofrecido el brownie.
“Se le ha caído la billetera, y sin condón no
hay acción,” respondió ella de lo más simple.
Yo me sonrojé. Y escondí mi rostro entre mis
manos. Ella pareció al fin reparar en mi presencia.
“¿Este no es…?” le preguntó
“Sip,” respondió el otro.
“¿Y tú?”
“Sip.”
“Jaejoong va a matarte,” la muchacha le dijo entonces
mientras se tiraba en el mueble a su costado.
“Entenderá, es una fiesta, cosas suceden.”
“¿Entenderá qué? ¿Qué acabas de drogar a su
amiguito porque estás celoso de él?”
“Yo no estoy celoso de un niño de 12 a-”
“13,” le corregí yo.
El muchacho me alzó una ceja.
“Tengo 13,” le repetí, el abrió la boca para
hablar de nuevo, pero volví a interrumpirle, “y el próximo año tendré 14, y el
que viene 15, y luego 16 y ¿puedo tener otro brownie?”
El pelinegro sin nombre parecía querer reírse.
“Por supuesto,” me dijo, inclinándose hacia mí
de forma rara para ofrecerme la bandeja de brownies, brownies ¡jajajá!
Brownies…sonaba tan gracioso, que tuve que empezar a reír.
“Hey,” la muchacha se le adelantó y me arrebató
la bandeja, “solo puedes tener un brownie cuando eres novato.”
“Pero yo suelo comer muchos en casa, no soy un
novato, puedo comer mucho,” repliqué, empezaba a sentir calor por todo mi
cuerpo.
Ella me sonrío algo enternecida, “¿Dónde están
tus modales, bebé? Jaejoong ha hablado tan bien de ti.”
Que mencionara a Jaejoong me fastidió, pero era
extraño, porque usualmente cuando alguien decía algo que me incomodaba sentía
esa restricción moral atarme la lengua, y mis frustraciones terminaban conmigo
lagrimeando en mi alcoba, pero ahora me sentía tan libre de hacer cuanto
quisiera, como si tan solo por esa vez, en aquella sala no rigiera la natural
consecuencia.
“Vaya, no tenía idea noona lo siento,” siseé a
forma de disculpa aunque ella y yo supiéramos que disculparme era lo último que
intentaba.
La sonrisa se le borró de la cara y el muchacho
incógnito se desbarató de risa sobre su sillón.
“Yoochun, su sarcasmo no evitará que Jaejoong
te muela a golpes cuando sepa de esto,” ella le dijo al tal Yoochun,
señalándome con su índice de arriba abajo repetitivamente.
“No tiene que enterarse,” replicó él.
“¿Enterarme de qué?” una voz preguntó detrás de
mí y automáticamente todos volvimos la mirada.
La cara de la persona aquella parecía mal
dibujada en acuarelas. Imposible de reconocer.
“Yo aquí no tengo nada que ver,” ella se eximió
de culpas y su sombra pasó por mi lado para abandonar la sala, todas las cosas
empezaban a perder nitidez, ahora ya no podía distinguir siquiera a Yoochun
pero apostaba cualquier cosa porque él debía ser la peluca ondulada que volaba
frente a mí.
¿Esperen, porque una peluca ondulada que volaba
de pronto me parecía tan común?
¿Las pelucas volaban?
“¿Las pelucas vuelan?” pregunté, alguien de los
que también se encontraban en la sala se carcajeó con ganas, no Yoochun, el
hombre parecía haberse vuelto una tumba de pronto…o bueno una peluca.
“¿Las qué no qué? ¿Changmin?” la voz me llamó
esta vez a mí.
Y dirigí la mirada hacia la voz, y el aroma
característico de aquella persona fue lo que me hizo reconocerlo.
“¡Hyung!” salté sobre el mueble, extendiendo
las manos, “¿Por qué tardaste tanto?” rezongué, estirando mis manos para tratar
de alcanzarlo pero solo atrapando aire entre mis dedos.
“Estoy acá Changmin,” se rió él, cogiéndome de
las muñecas para llevar mis manos a su cara, “¿Qué sucede contigo el hambre te
está haciendo alu-?” no pudo continuar la pregunta.
Sus manos se fueron a mi frente. Y me sentí incluso
más febril el instante que sus anchas palmas cubrieron la piel de mi frente.
“¡Yoochun!” le llamó en un grito ahogado, “¿Por
qué Changmin tiene las pupilas dilatadas?”
Yoochun tardó en contestar.
“¿La-las tiene?” respondió patéticamente. Y
Jaejoong temblequeó de ira en mí delante.
“¿Qué demonios sucede contigo?” Jaejoong gritó.
Y el tal Joe subió al escuchar el ruido. Incluso otro muchacho que supuse era
el tal Yamapi.
“¿Qué pasa?” preguntaron.
“¡Pasa que acá el animal de Park le ha dado
marihuana a mi niño!”
“Oh vamos, Jaejoong no es para tanto,” le dijo
Yamapi.
Jaejoong le debió haber dirigido una de sus
miradas asesinas, porque el muchacho se quedó callado.
“Joe saca a este idiota de aquí antes de que le
parta la cara,” Jaejoong gruñó al borde de la histeria. Sujetándome de los
hombros y mirándome verdaderamente preocupado.
Joe procedió a sacar a Joe. Y Yamapi los siguió
escaleras abajo.
“¿Changmin?” me llamó con duda y culpabilidad
“Oh dios, tu madre va a matarme, me enviarán a
la cárcel, no yo lo mato, antes ¡Lo mato!”
“Creí que estábamos en contra de la violencia,
hyung ¿qué sucede contigo? la peluca solo me había ofrecido un brownie porque me
moría de hambre.”
“No debimos venir, dios santo,” repitió él sin
hacerme caso, así que tuve que callarlo de alguna forma ¿no?
Sí, le besé. Le besé tan simple como eso, como
si fuera algo que se me estuviera permitido hacer, y él se calló, se calló y me
tomó de los cachetes para alejarme.
“¿Eres consciente de que estás drogado, niño?”
Y no sé si lo dijo en doble sentido, pero yo me
largué a reír de nuevo y esta vez él me siguió. Me cargó en sus brazos y me
sacó de esa casa, me dirigió a su auto y manejamos al Big boy para que me
comprara algo de comer.
Y luego a una colina a la que solíamos ir a
jugar con Vick, su perro. Y me cargó al asiento de atrás para que me diera de
comer, y le besé entre cada bocado y él no me alejó porque aparentemente la
gente que está stone tiene permiso de hacer barbaridades porque no son ellos,
sino lo que sea que se hayan metido.
Así que no importaba si le decía que lo amaba,
y que no quería que se fuera, no importaba si le decía que le escribía poemas,
no importaba si le decía que mi primera paja la había tenido pensando en él. No
importaba nada.
Lo único que sí importaba era él diciéndome que
también me amaba, era él diciéndome que no quería alejarse de mí tampoco, era él diciéndome que tenía un diario lleno
de conflictos existenciales en las que las letras que más abundaban eran las
que componían mi nombre, era él diciéndome que necesitaba un psicólogo por la
sencillo que le era quitarme la ropa con la mirada.
Era él susurrándome que tendríamos mucho tiempo
para muchas cosas. Era él siendo solo Jaejoong…al fin mi Jaejoong.
Desperté esa mañana solo en el asiento de
atrás, Jaejoong estaba en la pradera, me miró y solo me saludó, así que me
pregunté si tal vez había soñado todo, así que le dije, “tuve un sueño extraño
anoche, o bueno más temprano.”
“¿Así?”
“Sí, empezaba conmigo aceptando un brownie de
tu amigo a quien patearé cuando lo encuentre y terminaba contigo siendo una
nena y negándote a quitarme la virginidad.”
“Oh disculpa, me quedé en que tenías 13 años,” me
dijo caminando hacia mí.
“Envejezco cinco años cada vez que duermo así
que tengo 18.”
“Que veas videos para mayores de 18 no te hace
tener 18, Changmin.”
“Si bueno, un sueño algo raro ¿no?”
“Dependiendo.”
“¿De qué?”
“De cuan raro sería te que te pregunte si
quieres salir conmigo…”
Así que bueno…estamos saliendo. 8 horas ya,
pasamos toda la tarde juntos, porque tuvimos que darle una pequeña visita a
Yoochun. Y aprovechar las tres horas extras que mi mamá nos había dado para
besarnos en la casa del árbol. Por cierto, sé que de alguna manera vas a
enterarte de esto, así que espero Jaejoong, al menos tengas la amabilidad de no
decírmelo. Te quiero, idiota.
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