That harmful vampire
Aprovecharse
del pánico, debía ser sin lugar a dudas su puto segundo nombre. Sus manos
habían bajado demasiado en cuestión de segundos.
Y
mi cerebro aún seguía demasiado arriba pensando en que alguna vez había sido yo
quien pues...
Mierda...
Ahora
estaba en mi cuello.
“Yu-yunho,”
le llamé intentando decirle “detente” pero mi voz salió débil casi como un
suspiro.
Él
se sentía bien.
“Jaejoong,”
me llamó él a su vez claramente burlándose de poder tenerme bajo su cuerpo sin
siquiera tener que ponerse creativo. Y me maldije por ello.
Porque
¿Qué más daba si alguna vez Youngwoong había sido el seme de la relación?
No
era como si yo quisiera...yo quisiera... Sentí mi masculinidad tensarse entre
mis pantalones ante la idea.
“Pa-para...”
volví a intentar.
“Dame
una razón Jaejoong, solo una y coherente y pararé.”
¿Qué
una razón? ¡Ja! Tenía miles. Como por ejemplo... P-por ejemplo... ¡Que-que no
quería, claro! Un gemido escapó de mis labios cuando su rodilla fue a dar con
mi entrepierna.
“¿Te
gusta así, Jaejoong-ah?” me preguntó descaradamente comiéndome con la sola
mirada.
Mi
rostro hirvió. Tanto, tanto que creí que me explotaría de pronto ¿Qué demonios
le sucedía? ¿Qué acaso no tenía vergüenza? Cerré las piernas y su muslo
izquierdo quedó entre ellos, ok mala idea, mala idea, lo empujé y traté de
incorporarme como pude. Pero él volvió a tumbarme de espaldas.
“¡QUÍTATEME
DE ENCIMA!” chillé, “¡Que te apartes, ANIMAL!”
“No
me has dado ninguna razón aún.”
“¿Y
porque mierda tengo que darte razones yo a ti, ah?”
Sus
ojos dorados brillaron.
“Porque
tu cuerpo parece pedirlo a gritos,” me respondió con simpleza, dándole una
obvia mirada a mi entrepierna.
Yo
bajé la mirada y noté, con pavor, el bulto en mis pantalones. Fue un muro
impulso, una fuerza inhumana que me nació desde las tripas, mi puño le cruzó el
rostro y él cayó de espaldas.
---
“¿Vas
a seguir sin hablarme, en serio?”
¿Era
mucho pedir que simplemente no me dirigiera la palabra? Seguí caminando
ignorándolo.
“Estás
siendo infantil.”
Tenía
que estarme jodiendo.
“¡Teníamos
una puta tregua! ¡Maricón!” grité.
“Pero
no has sido tú el que me ha golpeado, tienes algo de fuerza para ser humano,”
me dijo con algo que parecía orgullo.
Yo
no me lo podía creer.
“Sólo
camina quieres mientras más rápido pueda encontrar a mi familia, más rápido
podré librarme de ti.”
“Auch.”
“Sí,
sí, sí, la realidad duele.”
“Y
todo por una erección...”
Mi
cuerpo se matizó al rojo vivo. Mientras me agachaba para coger una inofensiva
rama y se la lanzaba. Era tan inconsiderable que ni siquiera intentó
esquivarla, le cayó a las justas en el hombro y me alzó una ceja.
Le
saqué el dedo del medio.
Él
esbozó algo parecido a una sonrisa. Ante mi histeria.
“Vale,
vale,” me dijo, “no volveré a invadir tu espacio personal sino intentas
seducirme ¿ok?”
“¿CUÁNDO
YO HE...?” empecé a gritar
“Justo
ahora, cuando te enrabietas tanto que toda la cara se te pone roja y mueves
improductivamente tus manos como si no pudiera entender tus
palabras...es...erótico.”
Vale,
si antes estaba rojo. Ahora debería estarlo muchísimo más.
“¿Qué...?”
“Ahora
también luciendo sorprendido los ojos se te hacen más grandes, separas los
labios y se crea una pequeña arruga en tu frente.”
“Yo...”
“Así
también, con el ceño fruncido y la cabeza retraída...”
“¡Si
te resulta erótico todas mis expresiones como se supone que respetes mi espacio
personal!”
“Exacto.”
“¿Qué
eres un adolescente cachondo?”
“Me
debes dos milenios de orgasmos, no puedes quejarte.”
Abrí
la boca pero en serio no tenía idea de cómo responder a eso. Así que volví a
caminar y hacer como si estuviera solo. Él me siguió de cerca, pero no volvió a
intentar iniciar algún tipo de conversación.
Eventualmente
me tomaba la delantera y se quedaba mirando al horizonte captando el rastro del
aroma de Siwon suspendido en el aire. Habían pasado casi cinco días ya,
seguirle el rastro no debía ser tan sencillo. Y aunque las habilidades de Yunho
eran impresionantes por haber sido creación del propio Youngwoong, aún así
había permanecido en reclusión todo este tiempo, sin desarrollarlas.
Después
de varios minutos decidía seguir determinada dirección, pero algo me decía que
no estaba seguro de a donde se dirigía.
Y
el pánico se apoderaba de mi cuerpo, porque eso solo significaba que la única
manera de poder tener mi vida pasada de regreso, a Eun Woo, sería haciendo uso
del anillo.
Tenía
una decisión que venía postergando, cuando en realidad solo tenía una carta
sobre la mesa. El juego nunca había dependido de mí, y por mis acciones no
tenía culpa alguna. Era tan solo peón sobre el tablero.
Y
era hora de que empezara a moverme, si no quería que las otras fichas lo
hicieran primero, tenía que proteger a mi reina ¿podría alguien culparme por
ello? No. Claro que no.
“Es
mejor que descansemos aquí,” le dije.
Yunho
volteó a verme, y apenas asintió con la cabeza, se hincó de rodillas sobre la
tierra e incendió una fogata.
Las
flamas empezaron a consumir los trozos de madera que en apenas un pestañeo
había arrancado de un árbol. Fijé mi vista en ellas esperando que supieran la
forma de poder ganarme el corazón de ese vampiro y sobretodo poder
compartírmela. Porque tenía nula idea.
Intenté
pensar en la forma en la que había logrado que Eun woo se enamorara de mí. Y la
verdad es que...no tenía idea. Ella. Ella había estado siempre ahí, con su
bondad y su belleza, me había tenido con el corazón en la mano desde que tenía
memoria. Pero ¿Qué había de mí? ¿Qué habría visto ella en mí?
Sabía,
que tenía un físico destacable. Era alto, tenía un rostro armonioso, y una voz
que siempre la hacía suspirar cuando le cantaba alguna de sus canciones
favoritas. Pero dudaba seriamente que Yunho cayera a mis pies porque le cantara
y en segunda ¿Qué canción posiblemente podría cantarle? ¿El himno de drácula?
A
ella le gustaba también mi respeto por las formas de vida. Éramos vegetarianos.
Me había convertido, en realidad, cuando fuimos de visita a una granja a los 12
años y supe que los pollitos que me ponían en la mesa en el estofado, eran nada
más y nada menos esos con lo que había estado jugando.
“Jaejoong...”
“Sí,”
salté, sentí mis mejillas enrojecerse un poco pero la fogata matizaba mi cara
de naranja así que con suerte no se daba cuenta.
Sus
ojos dorados me observaron desde su lugar.
“Nada
es que parecías haber entrado en pánico de pronto, suelo olvidar que eres
humano ¿necesitas algo, agua, tienes hambre?”
Mi
dieta había tenido que dar un giro de 360 grados ya que Yunho solo podía
conseguirme raíces, hongos y el agua de un manantial para el cual solía dejarme
entre los árboles cubierto del hedor del fango por temor a llamar la atención
de alguno de los de su especie, y con ello difícilmente alcanzaría la cantidad
calórica necesaria para mantener a mi cerebro haciendo sinapsis o mis músculos
con su tonicidad característica, además adentrado en el bosque, con anemia y
sin un centro hospitalario que pudiera auxiliarme no era buena idea.
Así
que ahora mi dieta consistía en carne de herbívoros, cocinada a fuego natural y
todo lo demás. Pero bueno al menos tenía agua y comida. Y en realidad no estaba
en posición de ponerme exquisito. Aunque me muriera por probar algo
condimentado para variar...
“Jaejoong,”
volvió a llamarme, cuando no le respondí.
“No...No
necesito nada,” le respondí.
Tumbándome
a un lado y esperando que el sueño me consumiera. Quizás con el descanso algo
podría ocurrírseme. Al menos tenía una gran ventaja. Tenía el rostro de
Youngwoong, su esencia, y parte de su alma. Aunque era una carta de doble filo.
Tenía que hallar la forma de hacer que se enamorara del Jaejoong humano. O sino
todo el plan que Siwon tenía no funcionaría de nada. Yunho muy sencillamente se
despediría de mí por tener a Youngwoong de vuelta. Y tenía que revertir ese
hecho.
Mis
ojos poco a poco fueron difuminando las formas y colores, hasta que pude
quedarme dormido.
--------
“Debes
esperar a la tercera campana,” una voz me susurraba.
“¿Qué?”
pregunté en voz alta.
No
podía ver. Tenía frío y lo que sonaba a mis pies, a mí alrededor...parecía un
acantilado.
“Debes
esperar a la tercer campana...” la voz volvió a decirme.
Y
forcejeé, con lo que fuera que me mantenía muy quieto. Era un cuerpo, el cuerpo
de alguien inmovilizándome sin problemas. Gruñí, grité, pero todos mis
esfuerzos no tenían algún resultado.
Me
detuve en seco cuando escuché la primera.
Alta,
retumbando en mis oídos...como una trágica melodía avisando la que la muerte se
acercaba y el terror me infló el pecho.
“La
tercera,” la voz me recordó.
Y
pude sentir sus fríos colmillos rozar contra mi oreja. E-era un vampiro...
Sentí
que el sujeto quitaba un brazo de mi cuerpo para quitarme la venda de los ojos.
Quería que viera, que fuera testigo de la atrocidad que pronto se llevaría a
cabo. Quise luchar sabiendo que ahora solo tenía un brazo con el cual oprimirme
pero sonó la segunda campanada y mi cuerpo tembló de arriba abajo.
Sentí
el frio en mis parpados conforme la venda caía. Y las gotas diminutas del agua
que reventaba con fuerza muy abajo me golpearon la cara. Estábamos
efectivamente en un acantilado. No podía siquiera voltear la mirada para
descubrir el rostro del ser que me mantenía preso.
Algunas
lágrimas se me saltaron de los ojos cuando le pregunté enfurecido, “¿Qué
quieres de mí?”
Pero
no me respondió. Esperaba con malicia tras de mí disfrutando del pánico que me
desbordaba.
“Ahí
viene,” me avisó entre risotadas macabras.
Mi
vista se fijó entre el bosque oscuro esperando encontrar un algo con vida que
le diera un porque a su referencia y ese algo no tardó en aparecer, pude verlo -
con los ojos abiertos como platos - a una figura acercarse a zancadas
inhumanamente rápidas hacia donde yo estaba.
“¡Youngwoong!”
gritaba.
“¡Youngwoong
Youngwoong!” gritaba una y otra vez, con la voz desesperada, rota.
Me
aterroricé, porque aquel nombre me sonaba en alguna parte de mi cerebro pero no
lograba evocar de donde. Me aterroricé porque necesitaba decirle de alguna
manera a aquella voz, “estoy aquí.” Porque mi cuerpo intentaba de pronto
liberarse sin importarle el dolor que empezaba a ocasionarme presionar mis
músculos contra el agarre que no cedía. Estaba histérico.
Sin
saber siquiera el porqué.
Hasta
que aquella figura tomó forma antropomórfica. Y sus ojos rojos como la sangre brillaron
entre la oscuridad...la luz de luna alumbró entonces su rostro, su alto cuerpo
tan albo...e-era Yunho.
Yunho...
Y
entonces la tercera campanada se abrió paso.
El
aire se escapó de mis pulmones cuando Yunho alcanzó el filo del acantilado y
miró hacia arriba, con una expresión de dolor en sus ojos que discordaba con
todo el resto de su apacible rostro. Lloraba. Yunho lloraba tan cerca del
abismo.
“¡Yunho!”
intenté avisarle.
Pero
su cuerpo cayó cuesta abajo.
“¡Yunho!”
le grité al acantilado a mis pies que ahora no era más que las olas reventando
en las salientes rocosas.
Habiéndoselo
tragado.
“¡Yunho!”
volví a gritarle peleando por liberarme.
“Yunho,”
la voz detrás de mí me habló al oído, “tu alimaña debió haberse ido
Youngwoong...pero jugaste bien, no esperaba menos de ti, lo hiciste inmortal
¿Qué acaso no recuerdas?”
¿Por
qué la criatura se refería a mí como Youngwoong? ¿Qué era eso que debía
recordar?
El
cuerpo de Yunho fue arrojado por una de las olas y termino suspendido entre
unas rocas, siendo cubierto una y otras vez por la marea alta.
No
respiraba, pero sus ojos rojos estaban ahí, alumbrando su matiz escarlata,
indicándome que estaba vivo. Recuperé el aliento.
“¿Quieres
ayudarlo?” la voz me preguntó con asco, “adelante hazlo, te estoy dando una
segunda oportunidad, ponle fin a su agonía, regresa conmigo Youngwoong, te he
dado dos milenios para que reflexiones tus actos ¿Qué no han sido suficientes?”
Pasó
sus brazos protectoramente sobre mi pecho, liberándome de la opresión y
olisqueando mi cuello.
“No
puedo esperar a poder enterrar mis colmillos en tu delicado y humano cuello,”
su voz se perdió contra mi piel.
Sentía
el pulso de mi yugular hacer eco en mi cerebro.
“Tienes
aún una opción Youngwoong,” volvió a decirme, “sé que eres inteligente.”
De
pronto me empujó por el abismo y sentí el viento golpearme el cuerpo con fuerza
conforme caía en picada.
--------
“¡NOOO!”
me levanté
Yunho
corrió hacia mí a sostenerme. Me retorcí entre sus brazos intentando liberarme.
“¡Déjame,
suéltame, déjame!”
“¡Soy
yo-soy yo Jaejoong!”
Mi
nombre. Volteé a verlo. Era Yunho. Solo Yunho. No había acantilado. No
había...no había Lamia.
“Ponle
fin a su agonía,” la voz resonó en mi cabeza mientras Yunho me abrazaba.
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